En un escenario en el que los sistemas de software se desarrollan y construyen por terceros proveedores, el contratante del servicio, como primer receptor del mismo debe contar en el buen hacer del proveedor seleccionado, especialmente si nos dispone de los medios apropiados para auditar la entrega y en su caso argumentar defectos en el proceso de desarrollo.
Aunque modelo y metodología distan en su definición, se rescata la cita dada por Moszkowitz (2010) en la que presenta una metodología que permite a cualquier organización realizar una autoevaluación o autodiagnóstico, por medio de una revisión sistemática de sus estrategias y prácticas de gestión. En el caso de la calidad de software el modelo debe ir enfocado a hacer seguimiento y evaluación a cada etapa de construcción del producto software.
Por otro lado se menciona (Scalone, 2006) que los modelos de calidad son aquellos documentos que integran la mayor parte de las mejores prácticas, proponen temas de administración en los que cada organización debe hacer énfasis, integran diferentes prácticas dirigidas a los procesos clave y permiten medir los avances en calidad.
En general, una vez validado que el sistema responde a los principales requisitos funcionales especificados, el usuario realizará las pruebas de aceptación, corrigiendo los errores encontrados para pasar al fin al entorno de producción. Sin embargo, en muy pocas ocasiones se validan de manera rigurosa los requisitos funcionales y los no funcionales, o se ejecutan validaciones que aseguren que el sistema es lo suficientemente robusto y estable como para pasar a un entorno productivo con las garantías adecuadas.
Fuente Bibliográfica
http://fcaenlinea.unam.mx/anexos/1728/Unidad_2/u2_act2_1.pdf
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